Existe un poder y una presencia en el universo y en mí: Dios el bien. Al mantener esta Verdad en el corazón y contemplar sus muchos significados, pienso en el poder morador de Dios. Yo soy elevado en espíritu por sobre cualquier pensamiento negativo o preocupante. Tengo poder divino para alcanzar cualquier meta que me proponga. Más allá de saber que tengo dones divinos, sé que YO SOY divino. En cualquier dificultad que pueda enfrentar, afirmo: Dejo ir y permito que Dios sea Dios en mí. Al dejar ir, me alineo con mi naturaleza sagrada y expreso plenamente mi potencial. Si pensamientos negativos o limitantes surgen, los dejo ir. Al liberar lo que no promueve mi bienestar, creo un espacio para que nuevas bendiciones llenen mi vida.
Texto devocional: Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón.—Jeremías 31:33