La vida divina es una energía sanadora que mora en mí. Activo esta energía mediante el poder de mis palabras. Creo un sistema dinámico de afirmaciones y respiraciones profundas —expresando la verdad de mi ser y dejando ir cualquier temor o duda. ¡YO SOY sano, estoy gozosamente vivo! Cada vez que exhalo, dejo ir cualquier creencia de que algo menos que la vida divina mora en mi cuerpo. Recuerdo que la vida sanadora e ilimitada del Espíritu en mí es mayor que cualquier apariencia de enfermedad. Cada afirmación que digo refuerza mi energía, vibrando en cada célula de mi ser. Cada vez que exhalo, la resistencia al fluir libre de la vida sanadora en mí cesa. La vida sanadora del Espíritu llena mi cuerpo de energía.
Texto devocional: Por eso, no nos fijamos en las cosas que se ven, sino en las que no se ven.—2 Corintios 4:18