Mi verdadera identidad es el espíritu de Dios que mora en mí. Ese yo que da vida y significado a mi forma física, es espiritual. Bajo mi superficie visible, nuevas células reemplazan a otras continuamente. Una bella sinfonía orquestada por una dirección divina de renovación fluye en mi mente y en mi cuerpo todo el tiempo. Reconozco y coopero con esta sinfonía de vida. Al meditar, mantengo una imagen de mí mismo sano y perfecto. Mi cuerpo es sostenido y apoyado por una armazón interna de huesos fuertes. Mi corazón late a un ritmo que me renueva. Mis pulmones se expanden y envían una provisión fresca de oxígeno a todo mi cuerpo. Dejo ir cualquier pensamiento de enfermedad y acojo mi salud.
Texto devocional: Soy una creación maravillosa, y por eso te doy gracias. Todo lo que haces es maravilloso.—Salmo 139:14