Vemos, sentimos, tocamos, saboreamos y olemos con nuestros sentidos, y todo lo que absorbemos del mundo externo es identificado y apreciado cuando es decodificado por nuestro cerebro. Sin embargo, como creaciones magníficas de Dios, somos mucho más que nuestras mentes y cuerpos. La naturaleza crística de perfección está en nosotros —una conciencia de sabiduría divina. Al vivir en una conciencia del Cristo morador, liberamos todo concepto erróneo de lo que fue o es posible. Accedemos a una comprensión que disipa cualquier nube de limitación que nosotros y otros hayamos tendido sobre nuestras experiencias. Aceptamos con gratitud el gozo de ser creaciones amadas de Dios. No simplemente vivimos, ¡sino que vivimos plenamente!
Texto devocional: Yo lo conozco porque procedo de él, y él me ha enviado.—Juan 7:29