La oración es una experiencia sacrosanta. Cuando dedico tiempo para orar me doy un regalo. Orar fortalece mi vínculo con el espíritu de Dios en mí. La paz y la calma que surgen de la oración se demuestran en todo lo que digo y hago. Cuando oro, soy uno con el amor, la vida y la Presencia que es infinita y eterna. Al orar por otra persona, veo que mis oraciones le brindan ánimo y paz. Experimento un sentimiento de gozo cuando bendigo a otros y al mundo. Cuando oro y medito, soy elevado a un estado más alto y sublime. Esto es todo lo que necesito hacer. En oración, he encontrado liberación. Ahora el Espíritu hará Su obra perfecta. Con mi atención centrada en esta conciencia, siento que el amor divino me llena y fluye a través de mí.
Texto devocional:Si ustedes creen, todo lo que pidan en oración lo recibirán.—Mateo 21:22