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miércoles, 5 de diciembre de 2018

La vida divina irradia energía sanadora por medio de mí.

A menudo, pensamos que la curación es “un regreso a la salud”. Si no me siento muy saludable, hago una pausa para recordar que mi naturaleza verdadera es la salud eterna de la vida divina. Como una llama que arde en mí y nunca se apaga, la vida divina ilumina todo aquello en mi experiencia física temporal que sienta herido, roto o limitado. La luz del Espíritu es la luz que me sana y restaura.

Tomo aire lentamente. Siento que la llama en mí arde más y expande su calor a cada parte de mi mente y de mi cuerpo. Al botar el aire, permito que cualquier sentimiento de dolor o incomodidad fluya hacia afuera y se disipe.

Me vuelvo receptivo a la energía sanadora que irradia por medio de mí. Cada respiración unifica el espíritu y la mente en una expression impecable de salud.


Texto devocional:
¡Sáname, Señor!—Jeremías 17:14


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