Los principios divinos están activos en mi vida y en las vidas de todas las personas. Son inmutables. Por ejemplo, aquello en lo que enfoco mi atención da mayor energía y resultados en mi vida. Ése es un principio divino. Cuando mi atención está puesta en las preocupaciones o inquietudes, encuentro mucho de que preocuparme. Por el contrario, cuando contemplo todas las maneras en que soy verdaderamente bendecido, me beneficio de modos que no puedo imaginar. Así que elijo enfocar mi atención en lo positivo y dejo ir el impulso de prestar atención a lo que no me apoye. En vez de quejarme, busco y encuentro razones para estar lleno de gozo, luz, amor y propósito. Los principios divinos obran siempre en mi vida.
Texto devocional: Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón.—Jeremías 31:33